miércoles, 15 de junio de 2011

El maratón infinito

Tengo un amigo que se levanta a las 6 de la mañana para correr. Aún de noche y con escarcha en invierno sale a trotar por la Casa de Campo, dónde solo escucha el batir de sus zapatillas y la proposición desganada de alguna prostituta. Lo hace varias veces por semana. Luego regresa a casa, se pega una ducha y llega a tiempo al trabajo, donde me cuenta su madrugada de pinares y pulsaciones, de superación y sudor transcurrida mientras yo solo dormia.

Mi amigo se a estado preparando para el maratón de anteayer. Yo siempre había concebido ésta prueba como un reto para verdaderos atletas o una excusa para domingueros sobremotivados, quienes correrían 20 minutos y luego se irían de tapas con el dorsal puesto. Sin embargo en los últimos años, encuentro gente a mi alrededor a mucha gente que, aún sin pretensión de ganar, se toma muy enserio ésta carrera para la que se ejercita durante meses, controlando sus tiempos en entrenamientos programados, vigilando su peso y la tonificación muscular.

A partir de los 35 años empezamos una carrera contra nosotros mismos, hasta esa edad la vida nos propulsa, las ambiciones, los deseos, la esperanza actúa de anabolizante sobre el cuerpo que, simplemente, se desliza sin esfuerzo por los dias, llevandonos sin problema donde queramos, respondiendo a nuestra voluntad con diligencia y la suavidad de un gran sedán. Sin embargo, el viento ya no está de cara. Ahora somos nosotros el obstáculo. La pereza, la abulia y el conformismo encarnados en un cuerpo oxidado nos acaban postrando en el sofa de la vida. Hay quienes aceptan que cerca de los cuarenta cambian las recompensas, que hay que encontrar los estimulos en los hijos, en la estabilidad laboral, en Canal + Liga... y luego están esos otros que se siguen persiguiendo a si mismos. Corriendo.

Cuando los deportes de equipo son ya incompatibles con un físico para pocas exigencias y con un grupo de amigos constreñido por los compromisos laborales y familiares, hay que buscar ejercicios en solitario. Incluso jugar al padel requiere de otros tres compañeros con la misma sincronización horaria. Así que las dos soluciones deportivas mas comunes y sencillas son la natación y el footing.

Ahora, con el buen tiempo y la operación bikini en marcha, Madrid se puebla de corredores puntuales con indumentarias de marca y de musculados nadadores de piscina de urbanización. Pero lo llamativo son los verdaderos deportistas de invierno toda una creciente legión de silenciosos y madrugadores madrileños que no buscan en el ejercicio la complacencia, ni propia ni ajena, sino que sacrifican por devoción a su propia pesona, que disfrutan de la autoexigencia, de la misma gratificación por la penitencia física preescrita en algunas religiones.

El maratón de Madrid es la prueba de atletismo mas importante de España. En sus 33 años de vida han participado mas de 200.000 personas. El domingo se inscribieron 15.000. En realidad la inmensa mayoría de los corredores no compite contra el rival, sino contra sí mismo. Los maratonianos están mas pendientes de su registro personal que de adelantar al dorsal de enfrente. Pero lo emocionante es que la carrera es solo la culminación a una ambición largamente gestada por muchos corredores a lo largo de los meses precedentes. La ilusión por superar el objetivo íntimamente estipulado no se desencadena cuando se consigue sobre el asfalto, sino en el instante en que se marca esa meta.


El maratoniano prepara la carrera con una excitación parecida a la que debe propulsarnos a través de los años, de la vida. Se trata de fijarnos retos, ilusiones, objetivos a corto plazo para estar en condiciones de alcanzar en el futuro una gran meta.

La mañana que mi amigo no puede salir a correr porque su hijo está enfermo o porque a sufrido una contarctura en el entrenamiento anterior, aparece en el trabajo con mas horas de sueño pero abatido. Entonces confiesa su esperanza por poder entrenarse un poco esa noche, antes de la cena, y luego regresar a casa, darse una ducha y comer un bol de arroz con soja y atún. Es un tipo sin vicios, ahorrador y disciplinado que se acuesta sistemáticamente a las diez de la noche. Hay compañeros que creen que no disfruta de la vida. Pero basta ver por las mañanas su sonrisa de corredor para saber que nos va ganando.

-Eduardo Verdú- El País

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